oruro

el sábado 25/02, a las 06:00 am partimos hacia oruro, ciudad distante a unas tres horas de la ciudad de la paz, nuestro lugar de residencia temporal. el viaje por el altiplano, acompañados de su inmensa línea de horizonte,  imprime en  el viajero un renovado espíritu de paz que seguramente tiene que ver con los infinitos y lejanos límites del paisaje. los cultivos de habas, quinua, maíz y papa que en esta época del año florecen, dan una imagen más amable a esta inmensa llanura continental situada por encima de los 4.000 msnm.

llegamos a oruro a eso de las 09:30. ya en la ciudad,  luego de sortear calles y callejuelas, desembocamos -sin querer queriendo- en la  plaza de la iglesia del socavón, sitio que constituye el epílogo culminante de todas las comparsas que participan del carnaval, que llegan a este espacio urbano sagrado con el último aliento y sacando fuerzas del indomable sentimiento de pertenencia cultural, para entregar a la virgen lo mejor de sí en el gesto culmine, en  el rito final, desplegado en cada paso, en cada movimiento, en cada nota musical, minutos antes de su ingreso a la iglesia -con todo y diablos, literalmente-  para ser sujeto/a merecedor/a  de la recompensa divina: la bendición de ella y solo así,  retirarse en “santa paz” y  “llenos de gracia”,  al merecido descanso luego de más de cuatro horas de rítmico baile por las calles de oruro; y, al posterior despliegue de los festejos carnavalescos programados, en otras escalas y dimensiones “más carnales”, al interior de las fraternidades, de los barrios, de las familias, de los amigos y con los “pepinos…..”

tuvimos el privilegio de presenciar y participar del carnaval de oruro en “primera fila”, sin restricciones para mezclarnos en las comparsas, o para tomar las fotos en primer plano en compañía de  los/as danzantes. este constituyó un regalo no previsto ya que por 80 pesitos (al cambio unos 12 dólares) conseguimos asiento bajo un toldo de plástico, desde el cual no sólo que disfrutamos vívidamente del espectáculo, ya que miles de bailarinas/es y músicos/as con sus multicolores trajes y “minifaldas” pasaron a centímetros de nuestros abrumados ojos (y demás sentidos, literalmente), haciéndolos vibrar  con la exuberancia y exquisitez de sus vestimentas y la potencia  de sus bandas. como si esto fuera poco, estirábamos la mano y teníamos “sanguche de chola”, cerveza o refrescos promocionados por las señoras vendedoras ubicadas  a nuestras espaldas. más no se podía pedir, estábamos predestinados a disfrutar plenamente de este maravilloso carnaval. mis deseos de “re-indianización” se habían cumplido, milagrosamente……

es muy difícil expresar en este texto o en las imágenes, la vitalidad del espectáculo, sin embargo debo decir que, contrariamente a lo que me imaginaba, este carnaval es  toda una industria cultural, en la cual participan fraternidades y comparsas con sólidas reglas del juego, jerarquías y protocolos preestablecidos, que generan todo un movimiento económico que incluye desde la fabricación de los trajes, máscaras, disfraces, de los costos de las membresías, de los contratos de los espacios para los ensayos previos y de los graderíos para los espectadores, hasta las ofrendas y regalos a la virgen y a la iglesia. sin duda, mucha de la actividad económica de oruro ya no es minera sino carnavalera.

los grupos son de diversos orígenes y expresan el florido abanico pluricultural boliviano. participan de él los quechuas, los aymaras, los pueblos tupi-guaraníes, los mineros, los afro bolivianos de los yungas, los “cambas y collas” de este país mega diverso. por otro lado, cada fraternidad o comparsa tiene una banda -que a veces la integran más de doscientos músicos- y un numeroso elenco de bailarines/as que en ocasiones supera los quinientos danzantes.  todos con trajes especialmente diseñados y confeccionados para la ocasión, que develan que ningún detalle fue pasado por alto: zapatos o botines de enormes plataformas, minivestidos o polleras, blusas y mantas multicolores, “aguayos”, sombreros y máscaras de formatos, diseños y colores inimaginables. en fin, todo un derroche de exuberancia cultural, desplegada en el diseño, las formas, los colores, los gestos y la música….

ya iniciada la tarde, decidimos salir de la plaza para ir a comer algo más “sustancioso” y, a pocas cuadras encontramos decenas de “mini-boliches” que se habían preparado –dentro y fuera de las casas- para atender a los miles de visitantes del carnaval y a los miembros de las comparsas –se estima que cerca de medio millón de personas asistimos este año al mismo-. en el camino pudimos observar como los/las danzantes reposaban en las aceras o compartían alegremente brindando con cerveza el fin de esta parte de la jornada, que dura toda una semana. nosotros hicimos lo propio en un boliche que ofrecía carnes asadas en el cual discretamente saciamos nuestras hambres y nuestra sed brindando con cerveza “huari” que nos fue ofrecida gentilmente por nuestras vecinas de mesa, ataviadas con  sus esplendorosos trajes y que ya estaban “iluminadas” por la jornada cumplida y por la bebida…

luego nos reincorporamos a la plaza, donde nuestros puestos seguían “reservados”,  así pudimos continuar disfrutando del interminable desfilar de una multitudinaria marea de comparsas que, en seguidilla, iban ingresando a la plaza para cumplir -en gesto sublime- con el baile final a la virgen del socavón….

ya al final de la tarde, y ya “re-indianizados”, como había sido el propósito de este  viaje a bolivia y en particular al carnaval de oruro, decidimos buscar un taller en el que se fabricaran máscaras, porque no podíamos retornar sin este símbolo del carnaval. y lo logramos, en el sitio preciso,  ya que encontramos el taller de la señora lidia, quien  trabajaba afanosamente en su mágico oficio: el de ponerle otra cara a la vida, a los ritos y a los sueños. luego del regateo de costumbre, nos hizo entrega de dos bellas máscaras que a nuestro retorno a quito, lucirían maravillosamente en la casa museo guayasamin –ya que mi prima verenice compró una con ese fin-  y en la nuestra, la de los guayasamin-ernst, ahora “re-indianizados”…..

cumplidos los sueños de nuestra pequeña comitiva,  nos embarcamos en nuestro “mi-nibús” para retornar a la ciudad de la paz. todos habíamos vivido una intensa jornada que si bien nunca podrá reflejarse en un texto o en unas fotos,  de seguro  nunca podrá ser olvidada……..

si habría que sintetizar  esta maravillosa experiencia, lo pertinente es decir:

carnaval de oruro, acompasada y onírica catarsis colectiva, en la que desde el masivo anonimato se expresa la pertenencia cultural de los pueblos en el espacio  plurinacional en bolivia

handel guayasamin, arq.

04/04/2017

* pepinos. disfrazados que en carnaval embarazan a las buenas mozas.

* cambas y collas. denominativo común para los pueblos del trópico o los de la región andina boliviana, respectivamente.

* aguayo, manta multicolor tejida artesanalmente utilizada para llevar a la espalda guaguas e infinidad de objetos.

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