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cada vez más intensa, enorme e impredecible, (y eso que la conozco y la he vivido desde 1970), no solo por la abrumadora presencia cultural aymara, sino por su particular asentamiento en una enorme hoyada por cuyo centro corre el río Choqueyapu –a veces canalizado o a cielo abierto- mientras que en y sus empinadas laderas se acomodan –literalmente- decenas de barrios con casas siempre inacabadas, color ladrillo, con techos de calamina (hojas de zinc), que brillan y destellan como lentejuelas reflejando la luz del sol.

la accidentada topografía condiciona toda la movilidad urbana de esta ciudad, particularmente el congestionado tráfico de vehículos, que con sus miles de “mini-buses” se disputan centímetro a centímetro las calles de la paz y  terminan por arrinconar a los peatones en las estrechas y congestionadas aceras, particularmente en la zona  central, constituida por  una franja de aproximadamente unos tres kilómetros de largo por un kilómetro de ancho, que se extiende junto al eje vial central de la ciudad, formado por la av. montes, que luego se convierte en av. mariscal santa cruz, luego en el prado; y,  finalmente,  en la av. arce.

en los amanzanamientos que se disponen a los costados este y oeste de este eje,  creció el mega centro de la paz, que en la actualidad sufre un acelerado proceso de renovación urbana por el cual desde los años 60´s, se han derrocado muchas   residencias y edificios –algunas de ellas de gran valor patrimonial- para sustituirlos por edificios de altura – la mayoría de baja calidad arquitectónica- pero que “resuelven” las demandas inmobiliarias de departamentos, comercios  y oficinas en una ciudad en la que el espacio plano es casi inexistente y por eso mismo de gran valor.

en el costado occidental de esta mega centralidad, se produce una gran ocupación comercial, una gran feria, donde el espacio público se ha convertido en patrimonio de miles de comerciantes que todos los días, sobre todo en los de feria, copan las aceras y parte de las calles, para vender todo lo inimaginable, desde alimentos como: verduras, pan, condimentos y carnes, hasta ropa, disfraces y electrodomésticos -incluidas computadoras-, todo esto en “mini-puestos” cubiertos con plásticos multicolores que protegen a los comerciantes de la lluvia y del sol. estos “mini-puestos” inundan el espacio público y permiten la comercialización de  millones de productos y objetos de infinidad de formas, colores, sabores y sonidos, convirtiendo al  mega-centro de la ciudad de la paz en un gran “tianguez” o mercado, en el que desaparece la ciudad construida –a la escala del peatón-,  ya que resulta imposible visualizar  los edificios desde esta perspectiva ya el primer plano está ocupado por los “mini-puestos” y la multitud de objetos, productos y personas que recorren las abarrotadas calles de esta zona. es tan potente esta presencia comercial que domina el espacio público, que difícilmente  puede ser catalogada como “comercio informal”, ya que es el comercio real y el dominante, del que participan la mayoría de los comerciantes de la ciudad, con toda su red de interrelaciones y mecanismos que lo hacen posible y que se articulan a la cadena productiva, a la del contrabando, a la de distribución mayorista o minorista, con locales fijos al interior de las edificaciones y con espacios “fijos”, en el espacio público –ya que pagan tasas o tributos por ocupación del mismo a la municipalidad y a las asociaciones de vendedores/as –organizados por calles, por cuadras o por zonas-, es decir no se trata de un comercio informal, sino del comercio real andino, que se presenta social y espacialmente viralizado y del que participan, en diferentes escalas y roles, cientos de miles de habitantes de la ciudad de La Paz y del país, movilizando millones de pesos y de dólares (según datos de los estudiosos, cerca del 80 % de la economía boliviana es “informal”. este solo dato nos obliga a cuestionar el significado –muchas veces peyorativo- del término y de su categorización).

todo esto nos habla no sólo de la liberalización de la economía y  uso del espacio público -política explícita del gobierno del presidente Evo Morales y de la municipalidad- al interior de la cual se construyen particulares formas de un  “orden” social y espacial,  en el que no solo  subsisten y se articulan pequeños y grandes negocios, tiendas y emprendimientos, sino también  diversos sistemas de producción (agrícolas, manufactureros e industriales), diversas  cadenas de intermediación –familiares, cooperativas, empresariales-,  con sujetos-actores de una actividad comercial preñada de múltiples manifestaciones culturales, andinas, quechuas-aymaras, en las que la negociación directa y personalizada con el “casero/a”, la rebaja, la “yapa”, etc., adicionan valores culturales identitarios a la actividad comercial, la que no puede explicarse solo en los límites de las categorizaciones  sociales, económicas o estadísticas tradicionales. de hecho, estamos frente a  una actividad tan potente, que permite que la mayoría de la población urbana de la ciudad de La Paz, resuelva sus necesidades básicas de abastecimiento en un entorno y en un territorio cultural propio –urbano-, del cual  participa como protagonista y sujeto de su ciudad; y  de paso, evita la existencia de  los monopolios.

todo este “hervidero” que diariamente se despliega, congestiona, irradia y moviliza a nivel del suelo, contrasta dramáticamente con la silenciosa paz, la amplia e infinita mirada que desde el teleférico tienen los ciudadanos/as que se transportan en las  “canastas voladoras” (así la llamaron mis nietos), que circulan por el aire en un sistema integrador –no sólo de zonas o barrios sino de personas y culturas- sistema que al momento ya ha puesto en funcionamiento 8 de las 11 líneas proyectadas, entre las cuales destacan las que unen el alto con la hoyada de la paz, salvando unos 400 mts. de desnivel, en recorridos que llegan a cubrir hasta unos 20 Km. esta exitosa obra del gobierno del presidente evo morales, sin duda constituye uno de los grandes logros de una gestión que ya dura doce años, además de otros tan valiosos como el haber logrado visibilizar y empoderar a los pueblos originarios -particularmente a los aymaras-, darles dignidad, voz propia y resolver algunos de los equipamientos y servicios básicos en las comunidades de menores ingresos.  todo esto en un esquema de gobierno extremadamente presidencialista, con una sobredosis de ego, control hegemónico de todos los poderes del estado y algunos actos de corrupción que sin bien han sido noticia dentro y fuera de Bolivia,  no deslegitiman ni pueden opacar lo fundamental: una acción de gobierno y un proceso en el que el pueblo boliviano se ve representado mayoritariamente; y que ha sido capaz de impulsar transformaciones irreversibles. un gobierno de estas características  sin duda es propenso a excesos y errores lamentables, como es el caso de la determinación de construir “la casa grande del pueblo”, que se levanta agresiva, alevosa  e irrespetuosamente en el medio mismo del centro histórico de la ciudad de la paz, por detrás de la catedral y del palacio de gobierno (ver mi artículo sobre el tema publicado en el periódico “la razón” el 19/03/2017). otro exabrupto constituye el museo del presidente evo morales, construido en su pueblo natal: orinoca, como un monumento al ego y al derroche, que ofende a la propia comunidad que lo rodea porque, con mucho menos inversión y algo más de ética y estética proyectual, ésta comunidad hubiera contado con equipamientos, servicios o emprendimientos más útiles a su desarrollo integral y sostenible.

volviendo a la ciudad de la paz, ésta también nos asombra por su desbordante crecimiento, que va “aplanando” una frágil geografía con formas de catedrales góticas, erosionadas por el agua y el viento, que debería protegerse como paisaje natural y no destinarse a nuevas urbanizaciones de frágil estabilidad. la necesaria densificación de la ciudad deberá resolverse con procesos de renovación urbana que intensifiquen el uso del suelo de las zonas ya ocupadas (normando alturas máximas), cuidando de respetar las visuales sagradas (al illimani por ejemplo) y el vital asoleamiento de los espacios, que resulta imprescindible para habitar una ciudad localizada a  casi cuatro mil metros sobre el nivel del mar, en la cual es imposible habitar a la sombra, al igual que sin salteñas, singani, bloqueos  o  “marraquetas”…

nuestros anfitriones en esta ciudad, representados por la maravillosa señora clemencia -tía de lizi-, supieron dar cobijo a una crecida tropa de visitantes que incluía hija, yerno y nietos; mientras carmen medeiros y juan arbona, se encargaron de ofrecernos a lizi y a mí el espacio y la hospitalidad ideales para admirar el barrio de sopocachi y el conjunto de la ciudad desde las alturas de su noveno piso y a mantener inquietantes conversaciones sobre esta maravillosa y alucinante ciudad y su gente, nutridas por sus sesudas investigaciones, estudios y buen vino…..; finalmente, menciono a mi amigo carlos villagomez quien consiguió el hospedaje para mi prima verenice, en el  hostal familiar de la calle hermanos manchego. así nos acomodamos todos “juntos pero no revueltos” en el mismo barrio, a muy pocas cuadras de distancia entre cada grupo.

como es ya nuestra costumbre, aprovechamos los días de permanencia en la ciudad de la paz, para conversar con antiguos amigos y compañeros -de viejas militancias o cercana  labor profesional- a quienes vimos en diferentes días y tipo de encuentros. siempre resulta enriquecedor el pensamiento crítico de amigos entrañables como: carlos villagómez, miguel urioste, alfonso ferrufino, fernando prado (nano), aito (alfredo añez), diana urioste,  mercedes urioste (como verán, los urioste al igual que los ex alumnos del colegio alemán de la ciudad de la paz están hasta en la sopa), hugo rivas y godofredo sandoval, entre otros.

para rematar nuestra prolífica e intensa estadía en la ciudad de La Paz y, a invitación de gastón gallardo, decano de la facultad de arquitectura, urbanismo, diseño y artes de la umsa, asistimos con pascual gangotena –de “al borde”- a un diálogo con docentes y estudiantes de esta institución, para compartir criterios sobre la academia, la investigación urbano-arquitectónica y el “aprender haciendo”, preocupaciones comunes de la academia en las facultades de arquitectura de américa latina, labor en la que hemos estado batallando desde hace ya algunas décadas, la mayoría de veces con resultados poco satisfactorios.

si habría que sintetizar esta maravillosa ciudad y experiencia, lo pertinente es decir:

la ciudad de La Paz, donde la paz se desvela día a día, insomne por impredecibles y andinos gestos……

handel guayasamin, Arq.

31/03/2017

*singani, licor de uva de 40 grados, semejante a una grapa
*yapa, cantidad adicional negociada entre el comprador y el vendedor/a
*marraqueta, pan popular, de batalla

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